
La Orden del Carmelo tiene un origen antiguo y glorioso; se cree y no sin justa razón, que esta Orden es la continuación de la escuela de los profetas establecida en el Monte Carmelo por el profeta Elías. Los discípulos de esta escuela ocuparon el primer lugar entre los conversos al cristianismo naciente, y el Carmelo llega a ser la cuna de la vida monástica a partir de Cristo.
Después de la dispersión de los Apóstoles, en el año 38, ellos construyeron una Capilla en honor a María y se consagraron muy especialmente a celebrar Sus Alabanzas. Más tarde, sufrieron bajo los Sarracenos y los musulmanes, cuando Francia, en concierto con Europa, emprendió las Cruzadas para recuperar los Lugares Santos. Fue durante esas duras pruebas que los Carmelitas vinieron a Francia y abrieron aquí varias casas, logrando incluso establecerse en Inglaterra.
San Simón Stock llega a ser en 1245 el superior general de los Carmelitas, y no descuida nada para avivar la llama de la Devoción a María en su Orden. La Virgen María se le apareció el 16 de julio rodeada de Ángeles y en medio de una gran luz, vestida del hábito del Carmelo y del escapulario de la Orden para decirle: "Este es un privilegio para ti y para todos los carmelitas, aquél que muera tras haber llevado este hábito no padecerá el fuego eterno." El santo hizo milagros para confirmar la realidad de esta visión.
Este fue el origen de la Orden de N. S. del Monte Carmelo, así los cristianos que no pudieran abrazar las Reglas, podrían recibir las bendiciones prometidas en torno al escapulario. El privilegio más importante acordado a los hermanos del Carmelo, después del que María le dio a conocer a san Simón Stock, sería el revelado al Papa Juan XXII: la liberación del purgatorio, el sábado después de su muerte a los hermanos que hubiesen sido fieles al espíritu y a las Reglas de la Cofradía. Además de esos dos privilegios, existen numerosas indulgencias ligadas al escapulario.
Abad L. Jaud. Vidas de Santos para cada día del año,
Tours, Mame, 1950
Tú nos amas…

¿Qué Madre ama a sus hijos y cuida de ellos tanto como Tú, dulcísima Reina? Tú nos amas y velas por nosotros.
San Buenaventura, Doctor de la Iglesia
Oración a la Bella María del Carmen

Tengo mil dificultades:
ayúdame.
De los enemigos del alma:
sálvame.
En mis desaciertos:
ilumíname.
En mis dudas y penas:
confórtame.
En mis enfermedades:
fortaléceme.
Cuando me desprecien:
anímame.
En las tentaciones:
defiéndeme.
En horas difíciles:
consuélame.
Con tu corazón Maternal:
ámame.
Con tu inmenso poder:
protégeme.
Y en tus brazos al expirar:
recíbeme.
Virgen del Carmen, ruega por nosotros.
Amén.

No más que el Cielo puede ser espejo tuyo.
¡Oh sol!-suspiró la gotita de rocío”.
“Yo siempre estoy soñando contigo. ¿Pero qué puedo esperar? Soy tan pequeña para tenerte en mí –Y se echó a llorar desconsolada.
“
Le contestó el sol: Yo lleno el cielo infinito;pero también puedo estar en ti, gotita de rocío.
Yo me haré chispa para llenarte y tu vida pequeñita se hará un mundo de luz”. (Tagore)
María era como una pequeña gota de rocío
que, por recibir a Dios, se hizo luz para el mundo.
María creyó en el Dios del Amor,
de Él se fió y a Él le cantó todas las maravillas que hizo en Ella y en su pueblo.
La Virgen se llamaba María.
Así la pusieron sus padres.
Era un nombre muy corriente, pero que tenía un gran significado: “La Llena de Gracia”.
María, la criatura más cercana a la Trinidad,
estuvo llena de Dios.
Dios estaba en María y María vivía en Dios y de Dios.
El Creador dejó una profunda huella en su alma
y por donde caminaba María, se palpaba
la presencia del Omnipotente.
Sin darse cuenta, un día cualquiera, Dios la cambió.
“Fue un día en que no te esperaba.
Entraste, sin que yo lo pidiera, en mi corazón.
Y pusiste un sello de eternidad en los instantes fugaces de mi vida" (Tagore).
María creyó y por eso fue alabada.
“Ella concibió la Palabra de Dios antes en
la mente que en el seno”
(San Agustín).
Isabel pone la Fe de María como fundamento
de todo lo que ha realizado y va a poder realizar.
Así dice:
“Feliz la que ha creído
que se cumplirán las cosas que le fueron dichas
de parte del Señor”
(Lc. 1,45).
San Pablo habla de la Fe como fundamento de toda vida cristiana:
“El justo vive de la Fe” (Rom. 1,17).
Así lo entendió San Juan de la Cruz al poner la Fe
como único medio adecuado para unir el alma a Dios.
Para conocer y poseer a Dios es necesario,
despojarse de todos los bienes para quedarse con sólo Dios.
Aunque la Virgen recibe la alabanza de su prima,
expresa con el canto del Magníficat lo que Dios es para Ella: todo.
Este himno de acción de gracias alaba a Dios
por la elección que hizo en Ella, a pesar de ser tan pequeña;
reconoce, además, la Providencia y Misericordia de Dios en el mundo y el cumplimiento de las promesas hechas a los padres antiguos.
María experimenta en su vida que
“para Dios no hay nada imposible” (Lc. 1,37).
Dios visitó a María y de este encuentro nació el Amor.
Es imposible explicar la acción de Dios.
Algo nos puede aclarar estas palabras de Tagore:
“El que puede abrir los capullos, ¡lo hace tan sencillamente!
Los mira, nada más,
y la savia de la vida corre por las venas de las hojas.
Fuente: Espacio del Sr. Lastiesas